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TEXTOS |
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OCTAVIO PAZ.
A un retrato, Poemas (1935-197 f). Ed. Seix
Barral, Barcelona, 1979.
AL PINTOR JUAN SORIANO.
No suena el viento,
dormido allá en sus cuevas
y en lo alto se ha detenido el cielo
con sus estrellas y sus sombras.
Entre nubes de yeso arde la luna.
El vampiro de boca sonrosada,
arpista del infierno, abre las alas.
Hora paralizada, suspendida
entre un abismo y otro.
Y las cosas despiertan, vueltas sobre
si mismas,
y se incorporan en silencio,
con el horror y la delicia
que su ser verdadero les infunde.
Y despiertan los ángeles de almendra,
los ángeles de fuego de artificio
y el nahual y el coyote y el aullido,
las animas en pena que se bañan
en las heladas playas del infierno,
y la niña que danza y la que duerme
en una caja dé cartón con flores.
Por amarillos escoltada
una joven avanza, se detiene.
Algo, invisible,
la amenaza y la fascina.
El terciopelo y el durazno
Se alían en su vestido.
Los pálidos reflejos de su pelo
son el otoño sobre un río.
Sol desolado por un desierto pasillo
¿de quién huye, a quién espera,
indecisa, entre el terror y el deseo?
¿Vio al mundo brotar de su espejo?
¿Se enrosco entre sus musios la
serpiente?
Vaga por los espacios amarillos
como una lenta pluma. Esplendor y
desdicha.
Se detiene al borde de un latido.
No respira,
su pecho de espuma no se mueve,
su collar de ojos no brilla.
Algo mira y la mira.
Atrás, la puerta calla.
El muro resplandece con fatigadas
luces.
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