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OCTAVIO G. BARREDA.
"Juan Soriano. El hijo prodigo, Vol. VIII,
No. 25,
Año III. México, 15 de abril de 1945.
Realmente es un pequeño diablo este amigo y contemporáneo
de Martínez, este afín a Frida Kahlo, a Lazo, a Tamayo,
a Mérida y algunos otros habitantes mayores de los mundos subterráneos.
De quebradiza estatura; mas bien bajo y flaco; narigón; con
pelo y tez tenidos de un casi imperceptible oro viejo; inquieto, tremendamente
inquieto y nervioso; asustadizo a la manera de un extraño pajarraco.
Si cada uno de nosotros recuerda un animal, Soriano, según
el ángulo desde que se le mire, recuerda a varios, a muchos.
Agudo y escurridizo como una zorra; estático o eléctrico
como un caballo de mar; taimado y doméstico como un finísimo
Dobermann-Pinscher. A veces, arranques de un triste y tierno potrillo
o movimientos de ardilla de ratoncito.
Mucho de demonio, de los diablos a que nos habitué la estampería
de cuatro siglos católicos y coloniales. Usas intencionadas
mezclas de animales y hombres con orejas y narices puntiagudas. Cosa
curiosa: el demonio no solo es de apariencia, externo. Ahí
le tenemos ya dentro de nosotros y aún mas dentro de nuestro
arte.
Luego, ese vibrar del cuerpo y la voz, ese continuo temblar y temblor;
ese agitarse perenne ante todo y por todo; esa desgarrante curiosidad;
esa angustia que le ahoga a todas horas ese asfixiante orgullo de
ángel caído; esa tenebrosa emoción que le agarrota
al paso de un aire, de un corpúsculo, de un velo
la nuca, la manos, la garganta.
Sensibilidad, si; mas inteligencia. La muestra en esos solapados y
oblicuos ojos verdes, en ese felino observar penetrantisimo, en ese
mirar horripilantemente filoso que rebanay diseca toda
materia, todo color, toda forma o tejido a fin de que la transubstanciación
sobre la tela sea mas escalofriante. Esos ojos diabólicos de
taladro, de berbiquí, de aguja, de navaja de afeitar, de virus,
de rayos X. Pues, ¿Qué otra cosa es la inteligencia,
y por que otra cosa lo ángeles han caído?
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