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TEXTOS


MARÍA TERESA DIÉZ-CANEDO.
Directora del Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo

Dotado de una inteligencia fuera de lo común, Juan Soriano no sólo sabe imprimir su sensibilidad en las múltiples facetas de la plástica, sino atravesar con sus penetrantes ojos las mentes de quienes lo rodean, los artistas que disfruta, los literatos y filósofos que lee.

Niño prodigo y enfant terrible. Últimamente, niño de mil años. Si a los dieciséis, Juan Soriano ya había tenido su primera muestra individual, a los ochenta que ahora festejamos todos, los homenajes han sido muchos y merecidos.

Buen ojo tuvieron Alfonso Michel, Chucho Reyes e Inés Amor, para fortuna nuestra, Genio y fortaleza del artista para aguantarnos tantos años.

Soriano ve, observa, aprende, adopta, adapta y crea. Más bien borda.

Soriano, sobre todo, se inconforma. Protesta contra el arte de sus mayores. Soriano se ríe o llora... Apolo y las musas; Viaje a la isla de Creta; la vuelta a Francia; La tumba olvidada, Lupe Marín en todo su esplendor. Frente a sus lienzos, no podemos dejar de soltar la carcajada, derramar la lágrima o sentir la fuerza. Motivo es, pues, de enorme orgullo dirigir en estos momentos el Museo de Arte Contemporáneo Internacional Rufino Tamayo, para poder concluir esta líneas de admiración y cariño a este personaje tan importante de nuestro historia plástica contemporánea.

¡Cómo hubieran disfrutado de este homenaje a su gran amigo, Olga y Rufino Tamayo!

 
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Juan Soriano | 2004