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MARIANO FLORES CASTRO.
"Retrospectiva de Juan Soriano (1938-81).
Sábado, Suplemento de Unomásuno. México, 3 de
abril de 1982.
Soriano estaba marcado desde muy joven con el signo de lo genial y
no fueron pocos los críticos que advirtieron desde sus primeras
exposiciones que se trataba de un monstruo de insatisfacción
y de ambición con el que no podía llegarse a ningún
arreglo, a ninguna transacción, a la mas mínima concesión.
Eso le ha dado fuerza a su obra. Una obra que no hace alardes de excentricidad,
pero que conjuga en todos sus tiempos la sabiduría de color
y forma, sin que se haga notar el esfuerzo, como si pintar para Soriano
fuese un factor mas de su naturaleza. La naturalidad de sus cuadros
parece despreciar por completo la meditación sobre la libertad
ya que la esta ejerciendo permanentemente y cuando se representa a
si misma sobre la tela parece indicar que en ningún momento
ha sido tocada por la tentación suicida de acabar o devaluar
su propia presencia.
No parece inexacto llamar a Juan Soriano pintor infante.
Su frescura de mirada y, mas que ninguna otra cosa, su incansable
vigilia para no perderla pueden verse como la encarnación misma
del pintor que ha nacido para realizar su tarea sin otra dote que
la de la poesía visual, pero de tal manera que al ponerlo en
juego en cuadros como Los aviones azules, ese inmenso homenaje a Monet
que nos da una atmósfera infantil y aterradoramente lúcida
que inmediatamente nos prende, ejerce todo un
poder de síntesis. Así es el mundo poético de
cuadros como Las tres gracias de 1977, que a pesar de su fallido arcaísmo
evocativo esta lleno de sinceridad que no se anda entre las ramas,
por mas que su luz imponga una determinada forma de ver. Pero también
tiene momentos, cuadros, esculturas, por los que ha pasado la excitación
erótica dejando una impronta que se aferra al color para durar...
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