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TEXTOS |
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JORGE ALBERTO MANRIQUE.
Un cuadro de Juan Soriano, La Madre, (1954).
México en la Cultura, Suplemento de Novedades,
México 31 de agosto de 1958.
La sección de pintura contemporánea de la exposición
La mujer en la plástica mexicana, que hace unos meses hemos
podido gozar en la Ciudad Universitaria, ofrece un espectáculo
significativo.
Dentro de la línea continua y sin relieves del conjunto, algo
atrae notablemente la atención: un cuadro de regulares dimensiones,
casi monocromo, de formas esquemáticas. La madre, de Juan Soriano.
No se trata solo de algo diferente, sino de algo opuesto, contrario
en muchos sentidos. El cuadro no se distingue tanto por sus calidades
excepcionales, sino por su diferente concepción de lo que es
la pintura. Aparentemente lo que en los demás es claridad aquí
es confusión: de esa pintura sin misterio, llana en todos sentidos,
pasamos a una pintura a primera vista oscura y esotérica. En
suma, se ha vuelto la hoja y parece que estamos en un mundo plástico
diferente.
El cuadro en cuestión representa algo de las mejores cualidades
de Juan Soriano, de esta su segunda época en que sus posibilidades
se han hecho concretas, en que ha elegido un camino suyo, abierto
y libre. Esta estructurado en una forma de lo mas clásica,
con un eje casi central, en sentido vertical, sobre el que se encuentra
la figura de la madre, de simetría absoluta. Todo tratado de
una manera mas que esquemática, geométrica casi, sin
que esto signifique que se ha perdido la sensualidad de la línea,
siempre presente cuando de buena pintura se trata.
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