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TEXTOS


TERESA DEL CONDE.

JUAN SORIANO EN PERSPECTIVA.

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En 1950 viajo por primera vez a Roma. Suele decirse que este viaje cambio radicalmente su modo de configurar. Pero si se observan las cosas con algo mas de detenimiento resulta que no fue esta primera estancia en Roma la única responsable del viraje, que, por lo demás, empezó a dar frutos consistentes hasta 1953. De hecho es posible observarlo en ciertas secciones de algunas pinturas de 1947 y aún antes, en el homenaje a Isabel Villaseñor, una cerámica de 1942. Algunas pinturas tempranas, 1934-1935, muestran asimismo una absorción de poéticas contemporáneas -aún no bien asimiladas- que ponen de relieve la inquietud de Soriano por expresarse de diversas maneras. Lo que había sucedido a lo largo de quince años de vida artística para 1950 ya se presentaba en cierto modo condicionado por una demanda creciente a la que el pintor respondía por necesidad, pero también con la convicción de que no podía permanecer indefinidamente complaciendo los intereses de quienes -legítimamente- veían en él al continuador más imaginativo y poético de los lineamientos cultivados por la Escuela Mexicana.
Soriano permaneció en México entre 1952 y 1956. De entonces datan esos cuadros algo terroríficos impregnados de sentimiento “oceánico” que tienen como tema la madre y la muerte. La primera es un fetiche poderoso, cercano en configuración a las esculturas malayo-polinesias. La muerte, representada a través de la tradicional calavera, perdió todo lo que de tradicional tenía para convertirse en una imagen condensada, sintética, despojada de todo elemento anecdótico, mas metáfora que representación de lo que ya no vive o de lo que amenaza al viviente. Sería esta etapa la única en la trayectoria de Soriano en laque la idea de muerte asume características devastadoras, connotativas probablemente, tanto de hondas especulaciones filosóficas por parte del autor, como de una crisis existencial que probablemente desfogo en impulsos depresivos. Otros motivos trabajados por la misma época muestran características similares, si bien la descodificación a que fueron sometidos los elementos formales no permite la identificación literal de los contenidos, expresados a través de títulos precisos.Un segundo viaje a Roma -estancia de otros dos años- reafirmo su nueva posición, tanto mas que fue entonces que conoció Grecia y que pudo dar un sentido visual a rememoraciones y afectos que se habían instalado en él desde fecha temprana: Quien conozca globalmente la obra de Soriano se habrá dado cuenta de que los mitos clásicos forman un conglomerado muy consistente que permea buena parte de su iconografía. James se encuentran revertidos como si se tratase de ilustraciones, pero puede afirmarse que están en la base de arranque de muchos de sus contenidos. Bajo esta tónica pinto la serie “Apolo y las musas” en la que las figuras de las musas tienen un antecedente visual importante. Se basan en el recuerdo de una vieja plaza de pueblo en la que los portales ostentan una danza de arcos que quedaron claramente consignados en los arcos superciliares y narices de las hermanas de Apolo, formando friso continuo. Otras veces es el toro de El rapto de Europa, o el que habité el Palacio de Minos el que viaja de un cuadro a otro investido de diferentes connotaciones. Cabras, caballos y centauros tienen el mismo origen: son animales que acompañaron a los dioses. A cualesquiera dioses, no necesariamente a los de Olimpo y lo mismo puede decirse de la serpiente. Como encarnación de una dualidad (sabiduría y pecado) o como set primigenio, el estado inicial de Epimeteo que fue serpiente, Daimón, aparece en no pocos cuadros, en ocasiones como tema único de la composición. Los peces radiantes y pájaros alucinados que aparecieron entre 1957 y 1960 están vinculados al mismo sentimiento oceánico a que hice alusión líneas atrás. Irradian energía, porque están concebidos también como ojos avizores y simultáneamente hay en ellos connotaciones sexuales. La idea de la vagina devoradora -por tanto de la muerte como retorno al útero- esta presente en estas composiciones cuyo aspecto electrizado y vitalizante no alcanza a ocultar la ambigüedad del mensaje que trasmiten.

Entre las series mas celebradas realizadas por Juan Soriano en esta segunda fase de su producción se encuentran los catorce retratos que hizo a Lupe Marín exhibidos en la Galería Misrachi en 1962, presentados con un texto de Octavio Paz. ¿Por que Lupe Marín? ¿Por su belleza agreste que tan contundentemente captaron Edward Weston en sus fotografías y Diego Rivera en los murales de Chapingo? En parte por eso, pero también porque Lupe fue siempre una celebridad, algo así como un mito en la vida cultural de México. Soriano le había hecho un primer retrato en 1940, emparentado con el que le hizo a su hermana Carmen Marín de Barreda. Los de 1961 son muy diferentes; acaso sea posible vincularlos con el futurismo, a pesar de que esta vinculación seguramente estuvo muy lejos de las intenciones de Soriano al realizarlos. “Siempre que se hace la descripción de una persona hay que tener en cuenta que fluye y cambia” -dijo a propósito de estos retratos-. “Esa fue la idea que los inspire y quise volver a retratar a Lupe, pero ya no lo hice.”

En Roma retoma el placer por modelar y empieza allí a trabajar varias esculturas que hornea en el taller de Pietro v Andrea Cascella. Las terracotas y cerámicas de Soriano no son bibelots, son esculturas por derecho propio y se encuentran entre los ejemplos más creativos e innovadores que hasta el momento ha dejado este artista. En cuanto a expresión no se vinculan con su pintura, pero claro esta que es posible encontrar afinidades entre su manejo de la línea, revolvente, sinuosa, pero cerrada, propia de algunos de sus dibujos y la forma en que estas piezas tridimensionales, prodigas en entrantes y salientes siluetean su masa contra el espacio que las circunda. En muchas de ellas la policromía desempeña un papel importante, pero no hay que dejarse engañar por su vistosa apariencia. Trascienden ¡y con mucho! El decorativismo que de primera mano se les percibe pues van mas allá de ser meros ejercicios formales placenteros. Acusan la paciencia, el análisis y también la mística que encierra el ritual del alfarero. Recordemos que a fin de cuentas, según la Biblia, Dios desempeñaba este oficio cuando creo al hombre.
 
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Juan Soriano | 2004