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Entrevistas


LELIA DRIBEN.
Sábado, Suplemento de Unomásuno. México,
junio de 1981.

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De acuerdo al cambio de las épocas y de los valores de cada época, cambia su concepción.

Pero no cambia el fondo. Si tu haces un juguete, haces un juguete. ¿Como te diré?: el arte no puede ser no solemne, es super solemne, super sagrado, es una cosa en la que hay un contenido emotivo muy grande de una época a través de un sujeto. Tu no puedes escapar a esa época, no puedes escapar al clan en que naciste.

Sí, pero puede ser una obra que, por ejemplo, intenta en el mas serio nivel cuestionarse así misma como obra, eso como una manera de reivindicarse a la vez.

Uno no debe tener absolutamente conciencia de que es artista; en cuanto la tienes dejas de serio, porque tu obra tiene que nacer de verdad de algo que tu, sin saber, ya sabes y que tienes una gran prisa por decir, por encontrar los medios de decirlo y fabricar los medios y hacer una técnica para que aquella cosa viva... Me gusta Munch. Munch es tal maravilla y todo lo que él tiene en sus cuadros es tan horrible para mi... En vez del amor tiene el crimen y la muerte, pero a pesar de ello hay como una inocencia en él, es un gran artista.

Al parecer, a ti el surrealismo muy programático no te entusiasma.

Ninguna cosa que esté programada en arte me gusta.
¿Cómo definirías tu trayectoria, porque después hubo un periodo abstracto en los 50, verdad?

Un día dije: “Yo voy hacer cosas abstractas porque ha de ser muy divertido”, y empecé a leer sobre la pintura zen. Sabes, a mí me da por eso: quiero hacer un caballo y estudio que es el caballo, de donde salió, donde nació, y luego quizás no lo hago. Y así dije: “Bueno, de dónde viene eso de lo abstracto, qué es.” Empecé a ver que en Grecia hubo un momento abstracto o geométrico, todas esas cosas ¿no? y estudié mucho la pintura zen porque ahí hay mucho del gesto, estudias años y años para hacer una cosa así —y dibuja una línea imaginaria en el aire—, y la comencé a hacer y me divertía mucho. Hice cuadros que tenían mucho éxito y todos los jóvenes de aquí, que no se atrevían entonces a trabajar nada de eso también empezaron a hacerlo. Luego paso mas tiempo y reaparecieron, progresivamente las figuras que yo trataba de disfrazar, y dije: “Bueno, estoy loco ¿no ? ¿Para que hago este esfuerzo si no es mi camino ?” y lo dejé.
O sea, que tu camino era dentro de una figuración muy simplificada.

Yo no lo veo ni simplificado ni nada, lo veo como que es muy necesario para mi referirme a los pájaros a las plantas, a las mujeres, a todo lo que me rodea, y lo uso no se por que. Nunca se por que pinto un gato, o un pescado o las nubes con aviones y pájaros. No se. Pero yo siempre me refiero a algo que he visto, que he oído, que me ha impresionado.
 
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Juan Soriano | 2004